El 1 de noviembre de 1950, Su Santidad el papa Pío XII promulga el dogma según el cual María de Nazaret, que ha dado a luz en Belén a Jesús, el Hijo del Altísimo, ha sido llevada por Él de la tierra al cielo, en cuerpo y alma. La Iglesia entera exulta de alegría.
Entre los centenares de miles de personas que, en la Plaza de San Pedro, en Roma, asisten a esta proclamación solemne del Dogma de la Asunción de María, se encuentra un pequeño grupo de peregrinos franceses acompañados por un religioso: el padre Celas Minguet, o.p. Siete de ellos, al escuchar las palabras del Papa, captan en su corazón el esplendor del misterioso Designio divino revelado en el Prólogo de la Epístola a los Efesios: “Desde antes de la creación del mundo, Dios nos ha elegido en su Hijo para ser santos e inmaculados en su presencia en el Amor” (Efesios, 1). Así pues, no sólo la Virgen María, sino también cada persona humana es elegida por el Padre en su Hijo, desde antes de la creación del mundo.
En lo secreto de su corazón, cada uno de los siete peregrinos promete a Dios y a la Virgen consagrar su atención y sus fuerzas vivas al proyecto que vislumbra. Luego, cada uno descubre que la misma luz ha visitado a los otros peregrinos al escuchar la voz del sucesor de Pedro. Juntos deciden poner por obra sin tardar lo que ellos llaman: “El Proyecto de la Virgen”. Doce semanas después de la promulgación del dogma de la Asunción de la Virgen María, en el pueblo de Chamvres, diócesis de Sens, en Francia, se constituye la primera comunidad. Con la Virgen María, su propósito es adorar sin cesar a la Santísima Trinidad y a Cristo presente en su eucaristía, y vivir en silencio y oración, lejos de la mirada de los hombres.
Un pobre establo da acogida al primer oratorio; evoca la gruta donde el Hijo de Dios se hace Niño pequeño, donde la Virgen y San José adoran con Él al Padre. Por eso, el pequeño monasterio naciente recibe espontáneamente el nombre de “Natividad”, y más tarde “Belén”. La Iglesia está presente en estos humildes comienzos por medio de la persona de Monseñor Fréderic Lamy, arzobispo de Sens. Las circunstancias particulares de su fundación son el origen del segundo nombre de esta Familia monástica, “la Asunción de la Virgen”. Los monjes y las monjas de Belén y de la Asunción de la Virgen buscan lo que Dios quiere decirles a través del misterio de la Persona y de la vida de Jesús. Nace en Belén; vive entre los hombres; muere por amor para glorificar al Padre y quitar el pecado del mundo; resucita, sube al cielo.
Los monjes y las monjas reciben la llamada a seguir el camino que ha recorrido la Madre de Dios. Con María, quieren escuchar la Palabra de Jesús, meditarle sin cesar en su corazón, seguirle adonde quiera que Él va. Por eso, intentan comprometerse en el camino de humildad de su encarnación y comulgan con su muerte de Amor- Resurrección.
En la gran luz de la promulgación del dogma de la Asunción de la Virgen María, los monjes y las monjas de Belén reconocen en la Virgen María, su Fundadora y verdadera Priora. Esta gracia es ratificada por la Iglesia en el decreto de erección pontificia de la Familia monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de San Bruno.