El cementerio de la Cartuja está situado en una esquina del jardín que rodea el Claustro Grande, un bello marco de estilo gótico construido durante todo el siglo XVI. Entre los altos cipreses y alrededor de la cruz del cementerio, sobria y devota, sobre cada sepultura, lo único que queda del cartujo en este mundo es otra sencilla cruz de madera sin inscripción de el más breve epitafio, ni nombre o fecha alguna, como testigo mudo de una vida que se fue gastando, día a día, en servicio del Señor, y ahora se ha fundido en el arcano del rostro de Dios. Y alrededor de las sencillas cruces, de nuevo el silencio.