Siempre me sorprendo, y a la misma vez me asusta, cuando escucho la negativa y la crítica injustificada a nuestras tradiciones y a la forma de expresar nuestra religiosidad.
Me pregunto cual es el punto de partida para que tantos jóvenes y no tan jóvenes de nuestro entorno tengan como único nexo de conexión con la Iglesia a las hermandades. Que hay en el fondo de esta expresión cultural tan nuestra.
A mi entender es que las hermandades, romerías, peregrinaciones o devociones populares, todo lo que nos ofrece la Iglesia y está reconocido por ella, nos invita a vivir a cada uno de nosotros partiendo del hecho de que Cristo está presente, y esto genera un hecho cultural que en el fondo es un milagro de una sinergia entre la obra humana con todos sus límites y la obra omnipotente del Señor.
En esto consiste vivir esta expresión cultural de nuestra fe. La fe genera una expresión cultural que trasmite un significado de vida lleno de certeza. Todas las críticas que generan esta expresión de vivir el cristianismo, ya sea dentro de la misma Iglesia o fuera de ella, es la falta de reconocer que con Cristo ha comenzado la verdadera sabiduría. La continuación real de su presencia entre nosotros , la comunidad de la Iglesia y de sus expresiones culturales y carismáticas, es el ámbito de nuestra “metanoia”, el lugar donde la mentalidad de Jesucristo puede convertirse en nuestra mentalidad. Es decir la comunidad de la Iglesia y todas sus expresiones se convierten en matriz de la cultura cristiana. Por lo tanto nuestra religiosidad popular es un lugar privilegiado para verificar esta continuidad de Cristo en nosotros.
El cristianismo hoy en dia es fuente de cultura si se acepta el ritmo y la ley de la comunidad donde surge; es algo que no se puede realizar aisladamente sin tener en cuenta los datos sociológicos e históricos del lugar. El cristianismo vivido por ejemplo desde las cofradías, desde esta expresión de religiosidad popular, convierte la vivencia de nuestra sociedad en una dependencia integral, que se convierte en criterios educativos reales para afrontar todas las dimensiones de la realidad.
El término cultura cristiana como nos indica el teólogo y educador D. Giussani, se vuelve equívoco y a menudo se vacía explícitamente de contenido cuando la adhesión a la Iglesia o a cualquiera de sus carisma es solo formal. Entonces, sigue diciendo D. Giussani, no puede nacer una cultura cristiana, no puede suceder el milagro de una personalidad integralmente cristiana; tenemos que resignarnos a la tristeza de una “sal que se vuelve sosa”, a “un talento metido bajo tierra por miedo a perderlo”, o se multiplican esos individuos sobre los que San Juan ponía en guardia a los primeros cristianos, diciendo; “Están con nosotros , pero no son de los nuestros”.
Tomarse en serio el cristianismo, es tomarse en serio la tradición, tomarse en serio el pasado, y esto significa comprometerse con él en la forma que lo hemos recibido para poder descubrir su correspondencia en nuestra actualidad. Fidelidad y libertad, son pues las condiciones sin las cuales no existe el sentido del pasado ni de la tradición que hemos recibido. Porque la tradición es algo permanente que se moviliza en formas siempre nuevas. Sin permanencia no existiría tampoco novedad, sólo una frustración continua de todo.
Tomar en serio la educación cristiana de nuestros jóvenes en cualquier ámbito, ya sea colegios religiosos, hermandades, asociaciones, es tomar en serio y reconocer la tradición , la historia, el carisma de donde nacemos, es nuestro primer deber y por tanto, la tarea mas urgente de nuestra vida cultural porque de ella derivará nuestro compromiso con la sociedad donde estamos.
Un cristianismo que no genera cultura, es un cristianismo que no será verificable por su falta de universalidad y un cristianismo que no reconoce la labor de nuestras hermandades y cofradías es un cristianismo que está llamados a secarse, a desaparecer. Y eso lo podemos observar en miles de ciudades, de colegios, instituciones religiosas.
Estemos en comunión con la historia sin olvidarnos de ella porque generar una cultura cristiana es precisamente una manera de ver, de percibir, y de decidir con respecto a todo. Nuestras hermandades y cofradías son acontecimiento cultural que debemos trasmitir, cuidar y mejorar.
Juan Antonio Vital Santos
Sacerdote