Reza en nuestros Estatutos que el Triduo en honor al Santísimo Cristo de la Defensión tendrá siempre su inicio el primer jueves de marzo, en memoria a aquel 5 de marzo de 1795, cuando la bendita Imagen llegó a Jerez desde el Monasterio de la Cartuja.
Así, doscientos veinticinco años después de aquel magno acontecimiento, y flanqueado por veintiocho candeleros con cera tiniebla, el Cristo se alzaba imponente y majestuoso, presidiendo el altar de Capuchinos. A sus pies, dos faroles de plata y dos ánforas, también de plata, con piñas cónicas compuestas por claveles rojo sangre y eryngium, y entre ellas, el tabernáculo ocupando un lugar preeminente. Una cortina morada cubriendo la parte central del retablo sirve de hermoso fondo para tan impresionante puesta en escena.
El primer día de Triduo, siendo 5 de marzo, y en conmemoración de la citada efeméride, se dispuso que al orden de cultos habitual – Exposición del Santísimo, Rezo del Rosario, Bendición con el Santísimo Sacramento y Reserva, y Ejercicio del Triduo – se incorporara el Memento de Difuntos. De este modo, el Hermano Mayor dio lectura al documento que sirvió para recordar a quienes propiciaron y participaron en tan solemne traslado: Comunidades de Padres Cartujos y Padres Capuchinos, autoridades civiles, regimiento España, banda de música y coros, jerezanos, clérigos y fieles que devotamente acompañaron al Santísimo Cristo, los veinticuatro jóvenes que lo portaron, y como no, a quien con fe y maestría creara su portentosa hechura: el escultor valenciano José Esteve y Bonet.
Presidió este primer día de Triduo Fray Alfonso Jiménez Santos, que se mostró feliz y agradecido con la hermandad por haber contado con él, una vez más, para la celebración de nuestros cultos. En el centro de su predicación, los doscientos veinticinco años del Santísimo Cristo de la Defensión en Jerez, destacando la pervivencia de imágenes y devociones, y de muchas de las corporaciones que les rinden culto, a pesar del paso de los siglos y de los avatares de la historia.
Precisamente quien recogiera el testigo de Fray Alfonso en la Dirección Espiritual de nuestra hermandad, el Padre Raúl Sánchez Flores, ofició la celebración de los días segundo y tercero del Triduo al Santísimo Cristo. La primera de sus predicaciones giró en torno a la Pasión y Muerte del Señor y el peso de la cruz, mientras que en la tercera y última jornada del Triduo, nos habló de la Resurrección de Cristo, insistiendo en la idea – también señalada por D. José Mazuelos en su Homilía del domingo – de la finitud de la existencia humana. “Estamos aquí de paso. Del Padre venimos y al Padre volveremos”, afirmaba el Padre Raúl.
Tras la homilía, el Juramento de nuevos hermanos, con gran emoción para todos los presentes, por la incorporación de tantos buenos amigos y seres queridos a la familia defensionista. Desde Antonio Hernández a la pequeña María Mateos – nieta del que fuera durante tantos años capataz del Santísimo Cristo, Manuel Mateos Ledott – todos, mayores y pequeños, fueron recibiendo su medalla, impuesta por el Padre Raúl.
A la finalización de la Misa, los nuevos hermanos se fotografiaron ante el altar junto al Director Espiritual y al Hermano Mayor.
Si el Triduo había transcurrido de manera sobresaliente, la Función Principal de Instituto, presidida por el Excelentísimo y Reverendísimo Obispo de Jerez, D. José Mazuelos Pérez, resultó brillantísima.
A las doce y veinte del mediodía, nuestro Pastor Diocesano fue recibido por la Junta de Gobierno en la Puerta de Divina Pastora y por un acólito portando hisopo y acetre. A partir de ese instante dio comienzo la liturgia de la Misa Estacional – antes llamada de Pontifical – por ser el Obispo Diocesano quien preside. La citada liturgia se inició con la oración por parte del oficiante ante el Sagrario.
Pasadas la doce y media, accedía a la iglesia la Procesión de Entrada, formada por acólito turiferario, acólito con Cruz conventual custodiado por dos acólitos que portan velas, portador del libro, concelebrante – Fray Alfonso Jiménez Santos – Señor Obispo y Secretario general-canciller, D. Diego Valle Serrano, sonando en esos momentos el canto “Camina, Pueblo de Dios” en la voz de la soprano Inmaculada Almeda, con Pablo Hortas al órgano.
Tras la Liturgia de la Palabra, una sencilla y certera Homilía de D. José Mazuelos con continuas referencias a la esperanza. Esperanza depositada en el Cristo de la Defensión por tantos hombres, mujeres y niños a lo largo de estos doscientos veinticinco años. En el día de la Festividad de San Juan de Dios, patrón de hospitales, enfermos y enfermeros, nuestro Obispo puso como ejemplo a aquellos hermanos de la Orden de San Juan de Dios que se enfrentaron a una terrible epidemia de peste, sin dejar nunca de aferrarse a la esperanza que representa la Cruz de Cristo. Respecto al momento actual, rechazó la soberbia del ser humano en su pretensión de sustituir a Dios por la ciencia. “El hombre está perdido cuando juega a ser Dios”, afirmó con rotundidad.
Tras la homilía, se realizó por aclamación la Protestación de Fe y juramento llevada a cabo según marcan los Estatutos y leída por el Secretario, quien a la finalización de la misma llevó el Evangelio al Hermano Mayor para que lo besara en nombre de toda la hermandad.
Como viene siendo habitual en los últimos cultos, la Oración de los Fieles fue leída con seriedad y compostura por tres jóvenes de la hermandad.
Las partes del Ofertorio, Prefacio y Plegaria Eucarística fueron amenizadas con los cantos “Este pan y vino”, “Santo” y “Cordero de Dios” todos de Francisco Palazón, configurando un programa musical muy cuidado y magistralmente interpretado. Para la Comunión sonaría las Coplas al Santísimo Cristo de la Defensión, del ilustre compositor jerezano Germán Álvarez-Beigbeder.
A la finalización de la Eucaristía, y antes de la despedida, D. José felicitó a la hermandad por la celebración del doscientos veinticinco aniversario de la llegada a Jerez del Santísimo Cristo.
Sí. Es para estar orgullosos. El marchamo de solemnidad logrado en la celebración de cultos es fruto de un camino, marcado siempre por nuestros fundadores, en continua búsqueda de la excelencia. Y al mismo tiempo supone una exigencia en términos de trabajo, dedicación y esfuerzo. Ver las caras de satisfacción de nuestros venerables y el entusiasmo de niños y jóvenes bien lo merecen.
Mientras la Procesión de Salida abandonaba el templo, nuestro Obispo imparte la bendición a la asamblea conforme avanza por el pasillo central de la iglesia. Sonaba majestuoso el Himno al Santísimo Cristo de la Defensión, compuesto por José María Álvarez Beigbeder. Y en la voz de la soprano, los sublimes versos que Francisco Montero Galvache dedicara al Cristo de la Defensión en su Pregón de la Semana Santa de 1962: “Clavada en Cruz, clavada vena a vena. Clavada en Cruz, Santísima y serena Defensión de mi espíritu afligido”.