A partir del siglo XVI, la Esperanza que hoy celebramos -instituida en el X Concilio de Toledo también como festividad de la Expectación o de la O, y refrendada por Gregorio XIII en 1573- se erige en una de las advocaciones más representativas de la Virgen, vinculándose a los símbolos del ancla, el color verde o las flores, que anuncian el nacimiento del fruto venidero.
Ese fruto futuro -y bendito- será representado en los primeros precedentes artísticos de la Virgen expectante a través de la figura embrionaria del Niño Jesús, contenido en un disco solar. Era la forma en que el arte manifestaba la condición SAGRADA de la vida a través del mismo Dios humanizado en el vientre de María. Esta iconografía, empleada en imágenes posteriores, inspiró la hermosa pintura presente en una de las insignias marianas de nuestra hermandad: el Lábaro de la Maternidad Divina.
Pues, ¿Qué expectación puede ser más bella que la propiciada por la llegada de un hijo?
¿Qué espera puede ser más dulce que la de la vida que crece en el seno materno? ¿Qué hay más sagrado que una vida que se gesta en el vientre de una madre?
A ese carácter sagrado aludió D. Antonio Torres Martínez en el emotivo discurso de agradecimiento que pronunció tras recibir, como presidente de la Fundación RedMadre, la primera distinción ‘Esperanza de los Niños’ en diciembre de 2019, creada por nuestra hermandad para reconocer a personas o instituciones que acrediten un firme compromiso en la defensa del derecho a nacer.
Y del carácter sagrado de la vida humana sabe muy bien la persona que este año recibirá este reconocimiento: el Doctor en Medicina y Especialista en Ginecología y Obstetricia, D. José Miguel Merino Aranda.
Nacido en Jerez, antiguo alumno del Colegio la Salle y del Liceo del Sagrado Corazón de los Padres Carmelitas de San Fernando, José Miguel Merino se licencia en Medicina y Cirugía en 1980, obteniendo la Especialidad en Obstetricia y Ginecología en 1984 por la Universidad de Cádiz y doctorándose en Medicina cum laude por la Universidad de Sevilla en 1993.
Es miembro de número de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia y de la Sociedad Andaluza de Ginecología y Obstetricia, habiendo formado parte de los comités científicos de ambas instituciones, siendo vocal de la Comisión de Deontología del Excelentísimo Colegio de Médicos de Cádiz desde 2018.
Ha sido Jefe del servicio de Obstetricia y Ginecología en el Hospital Universitario Insalud de Huelva y Jefe de la sección de Oncología y Cirugía Ginecológica del Hospital Universitario de Jerez.
En el ámbito formativo, ha sido tutor de residentes del hospital de Jerez y miembro fundador del grupo de tutores y residentes de la Sociedad Andaluza de Ginecología y Obstetricia.
De su labor de investigación, con más de 50 trabajos científicos en Congresos Nacionales e Internacionales, destaca el Premio Nacional del Congreso de Farmacéuticos Hospitalarios de Valladolid de 1985 por su trabajo ‘Estrógenos totales unitarios y Unidad Feto- Placentaria’.
En su amplia experiencia como ponente confluye también su condición de cofrade, habiendo ocupado, entre 1998 y 2008 los cargos de secretario, teniente hermano mayor y hermano mayor del Santo Crucifijo de la Salud.
Muchas de sus ponencias han tenido como piedra angular la medicina y la moral cristiana, pronunciadas en ciclos formativos de distintas hermandades o en foros de debate sobre humanismo y bioética, abordando temas tan relevantes como la eutanasia o el aborto.
En diciembre pasado, y dentro de nuestro Ciclo de Formación, el Doctor Merino pronunció la conferencia ‘En defensa de la vida’. Sus amplios conocimientos, su brillante exposición y la solidez de sus argumentos entusiasmaron al numeroso público asistente. En la memoria de todos quedará el broche final de su ponencia, cuando, apoyándose en un espectacular audiovisual, dio muestra de su magisterio y su vocación al narrar emocionado la maravillosa cronología del milagro de la vida, desde el momento de la concepción hasta el parto.
Hoy queremos hacer nuestro el título que él mismo quiso dar a aquella formidable disertación para rendirle un sencillo homenaje a través de esta tribuna libre, pues ‘En defensa de la vida’ es un lema que expresa con claridad la rectitud de sus convicciones y un incuestionable compromiso cristiano en el ejercicio de su profesión. Valores que le han llevado a estar siempre del lado de la vida y que le hacen merecedor de la distinción ‘Esperanza de los Niños’.