La sequía de procesiones sufrida por la pandemia del Covid-19 nos ha dejado durante meses un vacío de sentimientos con las Sagradas Imágenes que parece que poco a poco, volvemos a vivir tras lo acontecido en los días finales del mes de María.
Durante meses, los cofrades hemos visto como otros sectores de la sociedad tenían su cuota de participación en las calles, mientras que, con prudencia y responsabilidad, aquellos que encontramos la Esperanza cuando el Señor y la Virgen salen a la calle, buscábamos adelantar nuestro turno olvidando en muchas ocasiones que no es el hombre quien propone, sino Dios quien dispone. Y Dios dispuso, y nos regaló sin esperarlo en un formato no habitual el traslado de la Virgen de la O al colegio de la Compañía de María. La Defensión, con el buen hacer al que nos tiene acostumbrados, decidía abrir las puertas de Capuchinos para sacar a su Imagen Mariana, Esperanza de los niños.
Salía la Virgen de la O a la calle y todo sentimiento recordado florecía de nuevo en nuestras almas, sin que las mascarillas evitaran que la sonrisa de la felicidad pudiera apreciarse en todos aquellos que volvieron a rezar por las calles. El silencio podía escucharse y la responsabilidad del cortejo, aquellos que portaban a la Virgen (que orgulloso estoy de mis costaleros) y todo aquel que presenciaba el traslado por Sevilla, Paúl, Zaragoza y Compañía destacaba una vez más demostrando que los cofrades saben hacer las cosas bien, adaptándose a las circunstancias.
Tras permanecer dos días rodeada de niños, la Virgen de la O debía volver a Capuchinos. Una vez más, la puerta del colegio se empequeñecía pareciendo querer evitar la marcha de la Imagen allí bendecida hace 50 años. De nuevo, el silencio se hacía presente y el incienso aromatizaba las calles por las que se volvía a Capuchinos, en esta ocasión, y como se esperaba tras lo vivido y disfrutado en el traslado de ida, con más público, pero con la misma responsabilidad practicada por todos, llegando al templo de la calle Sevilla dejando unos sentimientos gloriosos que muchos tardaremos en olvidar.
Nos tocaron vivir tiempos duros, viviendo nuestra fé con formas alternativas que sirvieron para alimentar nuestra espiritualidad, pero con la responsabilidad que los cofrades estamos viviendo la evolución de la pandemia, y con la disposición de Dios en estos días finales del mes de mayo, la religiosidad popular se hará presente cada vez más, volviendo a la normalidad y pudiendo sentir y decir “Bendito sea Dios, salió la Virgen a la calle”.
Manuel Jesús Elena Hernández
Capataz de la Virgen de la O